El ponente de la tarde de hoy, el cardenal Marcello Semeraro, partía con ventaja a la hora de abordar el tema de su participación en el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular: ‘Oración y liturgia en la propuesta de santificación de las hermandades’. Como él mismo ha reconocido al inicio de su intervención, la invitación a participar en el congreso le ha retrotraído a cuando, siendo aún un joven sacerdote, fue padre espiritual de una cofradía de su pueblo que llevaba el nombre de los santos Cosme y Damián durante más de veinte años.
Quizás ya entonces, el cardenal Semeraro comprobó in situ que “la piedad popular es el sistema inmunitario de la Iglesia”. La cita es del papa Francisco, que en 2018 explicó que “cuando la Iglesia comienza a volverse demasiado ideológica, demasiado gnóstica o demasiado pelagiana, la piedad popular la corrige, la defiende”. ¿Qué quiso decir el Papa? El prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos ha explicado que la piedad popular siempre nos hace “encontrarnos con la carne de Cristo”. Citando el Documento de Aparecida, el ponente se ha referido al “proceso de secularización que desde hace decenios socava a los cristianos en su fe y en su práctica religiosa”. Al respecto, ha apuntado que la piedad popular es capaz de “inmunizar la fe cristiana”. “De hecho, resulta ser una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe”, ha añadido.
A continuación, ha planteado hasta qué punto la piedad popular puede ayudar a la Iglesia a “defenderse del problema de la insignificancia social”. Y lo ha explicado recordando los lugares e instrumentos de la piedad popular desde los que la Iglesia puede lanzar su mensaje y anunciar a Jesús “con un efecto multiplicador”, hasta actuar como “un verdadero altavoz de evangelización”.
El ponente se ha referido a las representaciones de Semana Santa o el ejercicio del Via Crucis para explicar que “es precisamente allí donde convergen diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana”. “No cabe duda de que, si se realizan con devoción y dignidad cristiana, los ritos tradicionales pueden convertirse en valiosas catequesis”, ha subrayado.
El cardenal Semeraro ha aludido también al magisterio de los obispos de las diócesis del Sur de España, que en octubre de 1975 emitieron un documento en el que se citan algunos testimonios “de valor activo” que se encuentran en la religiosidad popular. Ha recordado que en el citado documento se afirma que “los testimonios populares de fe en la Iglesia hacen del catolicismo popular un signo visible del carácter eclesial del cristianismo y de la unidad eclesial del pueblo de Dios”.
La piedad popular, una forma de inculturación de la fe
Más adelate ha señalado que es posible notar una diferencia entre las formas de expresión de la piedad popular y las formas de la sagrada liturgia: “mientras que estas últimas conciernen a toda la Iglesia, las expresiones de la piedad popular no conciernen a todo el pueblo, ¡sino a un pueblo!”. “La consecuencia es su variedad, una diversidad ligada a la cultura, a la historia, a la vida colectiva, al lenguaje de los símbolos y al cuerpo de una colectividad específica”. Así lo contempla el papa Frtancisco, que en Evangelii Gaudium afirma que “las formas propias de la religiosidad popular son encarnadas, porque brotan de la encarnación de la fe cristiana en una cultura popular. Por eso mismo incluyen una relación personal, no con energías armonizadoras, sino con Dios, con Jesucristo, con María, con un santo”. El pontífice ha señalado también que “en la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos subestimar. Sería como despreciar la obra del Espíritu Santo. Más bien, estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación, que es una realidad interminable”.
El ponente ha advertido también del riesgo de caer en lo que Francisco llama “una vana sacralización de la propia cultura, con lo que podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador”. Para evitar eso, propone conectar la piedad popular con la vida litúrgica de la Iglesia.
“Cristo está siempre presente en su Iglesia, y de modo especial en las acciones litúrgicas”
Entrando ya de lleno en el tema de su ponencia, ha afirmado que “si en toda religión hay expresiones populares, hay que admitir, sin embargo, que en el ámbito cristiano lo que colorea la expresión cultural de la fe impresa en el corazón de los fieles es el misterio de la Encarnación”. “Cristo está siempre presente en su Iglesia, y de modo especial en las acciones litúrgicas”, por eso, “al loable empeño por inculturar la liturgia debe corresponder siempre, como elemento equilibrador, el de vincular siempre la piedad popular con la vida litúrgica”. Y ha advertido de que “no valorar este vínculo es acreditar un culto externo y vacío”. Así, en la Iglesia “nunca es lícito promover un culto externo que no vaya acompañado al mismo tiempo de disposiciones internas que lo animen”.
Asume que hoy se corre el riesgo de considerar ciertas manifestaciones religiosas desde una perspectiva únicamente antropológica o cultural. Una corriente desacralizadora en la que los medios de comunicación han contribuido, “y a veces no poco”. En este punto ha puesto el ejemplo de algunas retransmisiones de procesiones, que “se acompaña a veces de comentarios que las despojan de su contenido cristiano o las equiparan a celebraciones paganas”. El cardenal ha subrayado la necesidad de recordar algunas de las indicaciones que se hacen desde el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, “que ofrece algunas indicaciones verdaderamente valiosas sobre el tema”.
Dar preeminencia a la participación en la Misa dominical
Aludiendo también al magisterio de los Obispos del Sur de España, ha aclarado que “mientras los sacramentos son necesarios para vivir en Cristo, las formas de piedad popular pertenecen al ámbito de lo facultativo”. Por eso, “es imprescindible que se dé preeminencia a la participación en la Misa dominical, al sacramento de la Penitencia, a la oración litúrgica y al año litúrgico sobre cualquier manifestación devocional”. Además, ha subrayado que “la participación litúrgica es verdaderamente activa, fructuosa y consciente cuando en las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hace todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas”. “¡Cuánta sabiduría hay en esta reflexión!”, ha apuntado. A continuación ha añadido que las prácticas devocionales no deben alterar las celebraciones litúrgicas.
En la parte final de su ponencia, el cardenal Semeraro ha tratado la caridad como “obra primordial” de las hermandades. Regresando de nuevo al magisterio de los Obispos del Sur de España, se ha felicitado porque “la práctica de la caridad cristiana es uno de los valores más profundamente vividos en vuestras comunidades”. Se ha retrotraido varios siglos para concluir que, “desde una perspectiva histórica, debemos admitir que, al menos hasta cierta época, la Iglesia cumplió su misión caritativa principalmente a través de las Cofradías. En efecto, ¡podemos decir que no hubo pobreza y sufrimiento humanos que no dieran origen a una Cofradía!”. “Ahora bien, las Cofradías no son ciertamente sociedades de socorros mutuos y simples asociaciones filantrópicas, sino un conjunto de hermanos que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en práctica el mandamiento del amor, que impulsa a abrir el corazón a los demás, de modo especial a quienes se encuentran en dificultades”, ha añadido.
Nuevos desafíos para las hermandades
Ha concluido recordando que el papa Francisco repute a menudo que “el nuestro debe ser siempre amor concreto, con obras de misericordia», para tocar «la carne de Cristo allí, de Cristo encarnado”. “A las viejas pobrezas se han añadido hoy otras nuevas, que desafían la caridad de la Iglesia: la drogadicción, la inmigración, así como las muchas pobrezas morales causadas por la soledad, la prostitución, la desestructuración familiar, etc. ¿Puede ser la historia pasada de las Hermandades su historia futura? Permítanme, pues, imaginar a nuestras Hermandades como colaboradoras en la labor de nuestras Cáritas diocesanas y parroquiales. Este es el deseo con el que concluyo: que vuestra pertenencia a una Hermandad sea una pertenencia por amor”, ha concluido.
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