El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Luis Argüello, ha presidido la Eucaristía ante la imagen de la Virgen de Consolación, patrona de la localidad de Utrera. La Misa, que se ha celebrado en el altar del Jubileo de la Catedral de Sevilla, ha cerrado la tercera sesión del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular.
Junto al prelado vallisoletano, han concelebrado el arzobispo de Sevilla, monseñor Saiz Meneses; el nuncio apostólico en España, monseñor Bernardito Auza; monseñor Madila, arzobispo emérito de Kananga; monseñor Ulloa, arzobispo metropolitano de Panamá; monseñor Gil Tamayo, arzobispo de Granada; monseñor Garciandía, obispo de Palencia; y los obispos auxiliares de Sevilla, monseñor León y monseñor Valdivia.
En su homilía, el arzobispo de Valladolid se dirigió a la asamblea para destacar que “hacéis que resuene con especial fuerza la Iglesia, como asamblea de llamados, como pueblo que peregrina y viene aquí a este cenáculo”. Saludo de forma especial a los fieles procedentes de Utrera, “que ofrecéis el regalo de la Virgen y madre de Consolación”, y en alusión a la lectura del Evangelio, ahondó en el término ‘tocar’, que “une liturgia y lo que vivimos en la devoción popular”. En este contexto, afirmó que “mirando al Señor y a la Virgen, sentimos cómo su mirada no solo se dirige a nosotros en la distancia, sino que también nos toca, y al tocarnos nos salva”.
En otro momento de su homilía, monseñor Argüello señaló “la experiencia de la fragilidad, que nos hace decir ten compasión de nosotros”. “Cuántas veces buscamos el rodeo, el rodeo de la Madre”, añadió.
“¿Qué puede ofrecer la Iglesia a la sociedad española?”
Aludió también a la celebración hoy viernes del Día de la Constitución, y se preguntó “qué puede ofrecer la Iglesia a la sociedad española, qué podemos ofrecer las hermandades y cofradías a la hora de contribuir a nuestra nación”. Aludió al papa Francisco para afirmar que la respuesta de la Iglesia y de los cristianos radica en ofrecer “experiencias de amistad civil, social y de fraternidad universal, cómo no ofrecer alegría y esperanza, y una mirada de esperanza a aquellos que sufren”.
Concluyo invitando a los presentes a vivir la liturgia “en la que el Señor nos toca”. “Miremos a nuestras imágenes, en las que el Señor y su Madre nos mira, llevemos la alegría del Evangelio, que se hace luz y salvación, para nosotros que la experimentamos y para nuestros hermanos”, concluyó.
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