La última mesa redonda del congreso ha abordado la dimensión pastoral y social de la piedad popular, y ha sido moderada por Joaquín Rodríguez, doctor en Antropología. La primera visión de este fenómeno ha llegado desde la aldea almonteña del Rocío. El presidente de la Hermandad Matriz, Santiago Padilla, ha partido de una reflexión de monseñor Álvarez Gastón fechada en 1976, y de cómo la Iglesia posconciliar pasó ligeramente de puntillas por esta importante realidad de la Iglesia. Sin embargo, el concilio supuso avances en otros órdenes de la vida de la Iglesia, convirtiéndose en “un instrumento válido y eficaz para la Iglesia”.
La expansión de la devoción rociera
Pero la historia no comenzó tras el concilio. Padilla ha repasado varios hitos y personajes destacados de la historia rociera reciente en la que la jerarquía iba a mostrar “su atención y preocupación por esta realidad”. La coronación de la Virgen o la concesión del título de pontificia a la hermandad fueron dos momentos claves en este itinerario. Dos momentos a los que hay que añadir la creación de la diócesis de Huelva. El presidente de la Hermandad Matriz ha analizado también la incidencia de los avatares político y social durante la Transición en el fenómeno rociero, hasta llegar a la época en la que se constata un crecimiento exponencial del Rocío, que tiene una prueba evidente en el número de hermandades filiales: “El Rocío muestra una proyección de carácter nacional, y a través de la inmigración andaluza echa raíces en otros puntos de España, particularmente en Cataluña”.
Padilla ha destacado igualmente la declaración de monseñor Carlos Amigo ante el papa Juan Pablo II: “El Rocío es referencia de la devoción a la Virgen María en Andalucía”. En su repaso a esta trayectoria histórica no podía faltar la clausura de los congresos Mariano y Mariológico en El Rocío, en septiembre de 1992. “Pero, sin duda, es la visita del Santo Padre, san Juan Pablo II al santuario del Rocío, el 14 de junio de 1993, el hecho que constituye el máximo refrendo de la Iglesia a la piedad popular del Rocío, con aquella frase improvisada, en la que invitaba a la multitud a que “todo el mundo fuera rociero”.
“Lo nuestro no es filantropía, tiene otro sentido”
Situado en el contexto actual, Santiago Padilla ha evidenciado que “nuestra tierra hace mucho tiempo que se convirtió en una tierra de misión. Es fácil encontrar en nuestras sociedades a muchas personas que no conocen a Dios, incluso -ha añadido- bautizados que son paganos en su mentalidad y comportamientos”. “Sabemos de los déficits, pero también de las oportunidades” que ofrecen nuestras hermandades. “Creo -ha añadido- que tenemos que conocer mejor los marcos pastorales”. Ha abundado también en la necesaria comunión, la formación (para no terminar siendo “un barco a la deriva”), el uso “planificado y cuidado” de las redes sociales, el proceso de admisión de nuevos hermanos, el culto a Dios a través de los titulares, el cuidado de las celebraciones y “cuidado con la banalización de los lugares de culto”. Ha destacado la vertiente social de las hermandades -“lo nuestro no es filantropía, tiene otro sentido”, ha apuntado- y ha subrayado las “experiencias espirituales de la caridad”, entre otros aspectos del día a día de estas corporaciones, sin olvidar a la juventud, la integración de la Tercera Edad o la acogida de los inmigrantes.
Es necesario “una postura pastoral equilibrada”
Por su parte, José Jaime Brosel, rector de la Iglesia Nacional Española Nuestra Señora de Montserrat en Roma, abordó la relación entre piedad popular y evangelización. Ha partido del rechazo a las cuestiones relacionadas con la piedad popular en los años sesenta del siglo pasado, pasando por la experiencia de la Iglesia del Este (“la Iglesia del silencio”), al crecimiento actual, que tiene un referente valioso en el Documento de Aparecida, o las intervenciones del entonces cardenal Bergoglio que destacaba “los grandes valores que tiene la piedad popular”, o el reciente magisterio del papa Francisco.
Ha afirmado que conviene evitar tanto la actitud abandonista o destructiva de la piedad popular, como la conformista o inmovilista. Ante esto es necesario “una postura pastoral equilibrada”, ha afirmado. Ha señalado que el primer criterio es la caridad pastoral, y que es necesario acercarse a ella “con la mirada del buen pastor, que no busca juzgar sino amar”. Ha reiterado que esta caridad pastoral se debe traducir en “el respeto al pueblo”, y ha recomendado un acercamiento a este fenómeno “pensando que el pueblo es más víctima que culpable”.
La acción pastoral “no puede ser improvisada”
También ha subrayado la importancia de la presencia, “estar, acompañar, haciendo sentir a la cofradía que es parte de la Iglesia, parte de la parroquia”. Y ha apuntado que conviene discernir, analizar, “y no podemos hacerlo de un modo simplista”. También ha visto necesaria una acción pastoral, “que no puede ser improvisada”.
Por otra parte, ha abundado en un aspecto que se ha destacado en otras ponencias: los gestos de acogida. También en el cuidado de las homilías y de la relación entre catequesis y piedad popular. Al respecto de esto último, ha reivindicado una unidad de criterio y ha abogado por la necesidad de evangelizar la piedad popular, “superando el riesgo de quedarnos en lo ritual, lo externo”. Ha admitido que se observa a veces “dificultad para verbalizar lo que uno cree”.
¿Por dónde tenemos que iniciar la evangelización?, se ha preguntado. “A veces comenzamos por las formas externas, y nos equivocamos. Lo importante es empezar mejorando actitudes, lo demás irá llegando”, ha destacado. En este tema ha destacado la importancia de “utilizar sus lenguajes, sus símbolos, de forma que esa catequesis sea significativa, llene de sentido lo que se está haciendo”.
El ponente ha terminado su intervención advirtiendo del problema de la indiferencia religiosa, y ha afirmado que la evangelización “no puede desaprovechar la riqueza expresiva de las manifestaciones de piedad popular”. “Debemos ser imagen de un Dios que está pasando”. Ha concluido afirmando que “de poco servirán las ceremonias por hermosas que sean, si no se ordenan a formar a los hombres para que consigan la madurez cristiana”.
El reformismo ilustrado ante la dimensión pastoral y social de las cofradías
La tercera intervención de la mesa redonda ha correspondido a la profesora de la Universidad San Pablo CEU, Milagrosa Romero, que ha abordado el reformismo ilustrado ante la dimensión pastoral y social de las cofradías. Ha recordado que la reforma de las hermandades y cofradías, emprendida en España durante el reinado de Carlos III, tuvo lugar dentro de un doble marco. Primero, el de la política regalista propia de la monarquía española y, segundo, el de un amplio y complejo reformismo borbónico, tendente a conseguir, en términos de la época, la “felicidad de la nación”, y su “prosperidad”, lo cual solo podía obtenerse mediante un reforzamiento del poder real (“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”). La ponente ha subrayado que esta reforma estuvo justificada desde enfoques políticos, económicos, cultural o religioso, y evidenció el conflicto permanente entre los poderes civil y eclesiástico. Esto se extendió a América entrando en el siglo XIX. El resultado fue la depuración y la fusión.
La profesora Romero se ha detenido en los aspectos asistenciales que se plantearon en relación con la reforma de la beneficencia, como fue la creación de un sistema público de asistencia. “El nuevo sistema asistencial hizo que algunas cofradías se disfrazaran de montepíos, y se crearan juntas de caridad y diputaciones de barrio”, ha apuntado. También ha habido lugar para recordar los excesos regios con ocasión de celebraciones religiosas, al margen de una normativa general. Entre los elementos profanos que se infiltraron en aquellas funciones religiosas, la ponente ha destacado varios: los bailes fuera o dentro de las iglesias, las figuras alegóricas como los gigantones, las tarascas y las batallas -“que tienen un profundo sentido simbólico”-, las comedias, capeas -“aunque fueran con fines benéficos”-, la venta de comestibles, etc. Entonces se hizo también hincapié en el protagonismo de la parroquia, criticando la presencia de predicadores contratados -“esa misión debería corresponder al párroco”, afirmaban-, etc.
Su intervención ha concluido con una referencia muy reciente, la coronación de la Divina pastoral, en Málaga, y en la forma en que un barrio se siente vinculado con esa expresión de piedad popular.
Sinodalidad, diversidad y solidaridad
La mesa redonda ha concluido con la ponencia de Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas España, que ha analizado la evolución de la dimensión social de la Iglesia. Lo ha resumido en tres retos: la sinodalidad, la diversidad y la solidaridad interna y externa. “Estos tres retos -ha explicado- se deben a la continua evolución y a los cambios que se producen en la sociedad”.
Ha destacado que la piedad popular “puede y debe ser un medio de integración y compromiso social”. Así, ha afirmado que “en nuestras tradiciones y expresiones de fe, encontramos a Jesús de Nazaret, contemplado en los diversos misterios de su vida. En este sentido lo que estamos llamados a fomentar es el encuentro personal con Cristo y su madre, María, porque todo encuentro con ellos, nos remite necesariamente a los demás, a aquellos que nos rodean, y en particular, a aquellos que más sufren. La verdadera devoción no se limita a una experiencia individual y sentimental, sino que nos impulsa hacia el servicio y la solidaridad”.
Seguidamente ha afirmado que la piedad popular ofrece un espacio de acogida para los últimos y los más vulnerables. Ha hablado de una Iglesia “verdaderamente inclusiva y solidaria”, y ha destacado cómo las hermandades son “espacios privilegiados para la creación de verdaderas comunidades cristianas”. “Aprovechando la piedad popular como punto de encuentro, podemos revitalizar la vida eclesial integrando sus tres dimensiones: celebrativa, catequética y caritativa. No puede haber Eucaristía sin un compromiso con los más vulnerables”, ha subrayado.
Nuevos desafíos y oportunidades
La ponente ha destacado también que la Iglesia es “rica en diversidad de carismas y formas de vivir la espiritualidad”. En consonancia, ha afirmado que “es indispensable dar protagonismo a los pobres, a las mujeres, a las personas mayores, a los jóvenes y a los migrantes dentro de nuestra Iglesia y nuestras comunidades”.
Más adelante ha destacado que en el mundo de hoy, la piedad popular enfrenta nuevos desafíos y oportunidades, entre los que ha citado la globalización, la migración y la creciente diversidad cultural, que “presentan tanto retos como posibilidades para la piedad popular”. En este contexto, ha afirmado que “es vital que la piedad popular se mantenga abierta y adaptable, capaz de acoger y enriquecer la fe de personas de diferentes orígenes y circunstancias”.
En la parte final de su intervención, ha propuesto una mayor atención a las nuevas formas de piedad popular que están surgiendo, especialmente entre los jóvenes: Las peregrinaciones juveniles (a Santiago de Compostela, la Jornada Mundial de la Juventud y otras rutas de peregrinación locales), el compromiso social y el voluntariado -“son formas contemporáneas de piedad popular que resuenan profundamente con los jóvenes”-, y los eventos de música y arte cristiano –“La música y el arte cristiano han emergido como poderosas expresiones de fe entre los jóvenes”-.
Como conclusión, la secretaria de Cáritas España ha recordado el magisterio del papa Francisco: “No dejemos que nos roben la fuerza misionera de la piedad popular”. “Creemos desde Cáritas en la capacidad transformadora de la piedad popular, cuando se vive con autenticidad”, ha concluido.
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