Mons. Saiz Meneses: “La piedad popular está llamada a proponer una renovación de la mirada”

8 Dic, 2024

Con la patrona de Sevilla y su Archidiócesis, la Virgen de los Reyes, en el altar del Jubileo, monseñor José Ángel Saiz Meneses ha presidido la misa de clausura del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción. La misa ha sido concelebrada por monseñor Madila, arzobispo emérito de Kananga; monseñor Ulloa, arzobispo metropolitano de Panamá; y los obispos auxiliares de Sevilla, monseñor León y monseñor Valdivia, además de una representación del cabildo y el clero diocesano. Entre las autoridades civiles se encontraban el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, miembros de la corporación municipal y la consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo.

“María, faro luminoso y perpetuo de esperanza”

En su homilía, el arzobispo ha presentado a la Virgen como “un signo evidente de la nueva creación”. Monseñor Saiz Meneses ha afirmado que “la gracia de Dios encontró en María no sólo una acogida, sino también una cooperación libre y plena, que hizo de ella la Madre de Dios y, de este modo, la primera discípula de Cristo. En su Inmaculada Concepción -ha añadido- María se erige en el faro luminoso y perpetuo de esperanza, en el corazón de la fe cristiana”. Ha señalado que, en pleno Adviento, este es “un mensaje de esperanza para nosotros”. Así, “María nos invita a confiar profundamente en Dios, a vivir según su voluntad, y a esperar con paciencia la plena realización de su plan redentor, en el cual el pecado y la muerte son vencidos y se nos entrega la vida eterna”. “Ella es verdaderamente la Estrella de la mañana, la señal segura de que el amanecer de la salvación romperá la noche del pecado y, como en la primera creación, la luz emergerá por voluntad divina, apartando las tinieblas, y permitirá que nuestros ojos, purificados de toda oscuridad, puedan ver a Dios”, ha afirmado.

“Violencia de la imagen”

A continuación, el arzobispo ha afirmado que “a la violencia de las armas a través de la guerra y sus consecuencias, que ataca nuestros cuerpos, y a la violencia de las palabras, por la desinformación y la ideología, que violenta nuestra inteligencia, hoy se añade una situación que podríamos llamar la violencia de la imagen”. Alude así a la “tiranía que nos oprime desde los teléfonos móviles y tablets, o desde el ordenador personal y la televisión, y que distorsiona nuestra percepción del mundo, de nosotros mismos, de los demás, e, incluso, de Dios”.

En este contexto, aclara el arzobispo, “los modelos de bondad y de verdad se diluyen y ceden ante el impacto absorbente de la imagen”. Ha advertido que “la propia belleza, que conduce a Dios, se puede manipular, se puede retorcer y degradar”, y ha subrayado hasta qué punto las herramientas de inteligencia artificial, “lejos de remediar este problema, han añadido una mayor presión tecnológica”. Así, “vemos imágenes cada vez más espectaculares y asombrosas, pero cada vez parecemos menos capaces de abrirnos al verdadero asombro del corazón y de la mirada, a la contemplación”.

“Encerrados en una prisión de imágenes”

El arzobispo de Sevilla ha desarrollado esta idea, advirtiendo que “ante el espejo negro de nuestras pantallas”, el hombre de hoy corre el riesgo de recluirse en sí mismo, “porque resulta difícil encontrarse con el otro y descubrir su rostro real”. De hecho, ha reiterado que en muchas ocasiones parece que quedamos “encerrados en una prisión de imágenes, que han usurpado el lugar de las realidades que esas imágenes representan”. Y ha puesto varios ejemplos: “Se ven fotos de los amigos, pero se dirige la mirada al móvil cuando se está con ellos; se hacen videollamadas a los mayores, pero no se va a visitarlos; nos conmueven imágenes de desastres y tragedias, pero no damos el paso de comprometernos de forma personal”.

Ha afirmado que de esta forma también queda afectada la dimensión espiritual: “podemos crear, recibir y compartir imágenes piadosas, pero a la vez descuidar nuestra relación personal con el Señor y con su Santísima Madre. Y mientras tanto, vamos saltando de un chat a otro, de un like a otro, de un vídeo a otro”.

“Proponer una renovación de la mirada”

En este contexto, ha recordado que la piedad popular está llamada a asumir un reto fundamental: “proponer una renovación de la mirada”. “La mirada invisible (del Señor) se cruza con nuestra mirada y la sostiene, y nos reclama amor, y exige que levantemos los ojos hacia Él, para que veamos al Padre”, ha explicado. Ha desarrollado esta idea afirmando que “ante las imágenes de nuestra devoción, nos sentimos mirados, porque no son meras pantallas, sino que en ellas es Dios mismo quien cruza su mirada con la nuestra, hasta el punto de que somos vistos por el Señor”. 

Se ha referido también a la solemnidad del día: La Virgen Inmaculada lo expresa en el canto del Magníficat cuando declara que el Señor ha mirado la humildad de su esclava y por eso la felicitarán todas las generaciones”.

En la parte final de su homilía, el prelado hispalense ha reiterado que el congreso internacional nos ha mostrado que la gran contribución actual de la piedad popular a la misión de la Iglesia consiste en “una audaz renovación de la mirada”. De este modo, las hermandades “deben llevar la esperanza de un cruce de miradas, deben propiciar un encuentro de miradas en el que somos vistos por el mismo Dios y por el que nuestro corazón recibe el impacto de su presencia misericordiosa que sana nuestro modo de ver a Dios, de ver el rostro de los otros y de ver la realidad del mundo”.

El arzobispo impartió la bendición a todos los presentes y, siguiendo la tradición, los seises de la Catedral de Sevilla bailaron en el Altar del Jubileo.

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