Monseñor Edgar Peña Parra,sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano y enviado especial del papa Francisco para el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular entregó la Rosa de Oro a la Santísima Virgen de la Esperanza, el pasado 3 de diciembre.
La Santa Sede lo llamó a Roma para ocupar el cargo de sustituto en la Secretaría de Estado. ¿Cuál es, si podría describirlo brevemente, su cometido?
Me pone una pregunta muy difícil, pero fácil al mismo tiempo. El Santo Padre me llamó para ocupar el servicio de sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado que tiene muchas funciones. Algunos comparan el Gobierno de la Santa Sede al Gobierno de los Estados, otros lo equiparan al cargo de ministro del Interior, pero en verdad estos cargos fueron diseñados principalmente por el papa Montini, san Pablo VI, que pasó su vida en la Curia. Tiene mucho que ver, como lo instituye la Praedicate Evangelium, con lo referido al Santo Padre y a los asuntos más importantes de la Secretaría de Estado. El sustituto se encarga de los embajadores y representantes de los Estados ante el Vaticano y, además, de todo lo referente a los asuntos administrativos y económicos de las Nunciaturas Apostólicas en el mundo. Estamos al servicio del Papa y de la Curia. Un elemento nuevo en la nueva Constitución apostólica Praedicate Evangelium es que el Papa quiso que fuese el sustituto el coordinador de la Curia romana, en el respeto de la autonomía de cada una. Tengo el servicio de coordinar los dicasterios de la Curia romana.
Estos días ha vivido de cerca la religiosidad popular en Sevilla, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención y por qué?
De todos los actos de piedad popular los que más me ha llamado la atención han sido las visitas que he hecho a las cuatro hermandades de Sevilla capital que han participado en la Procesión Extraordinaria de Clausura, comenzando, por supuesto, con la ceremonia donde se le otorgó la Rosa de Oro a la Esperanza Macarena. Esa ha sido una ceremonia muy importante, muy bella, donde, como lo he dicho ya antes, la Virgen tuvo la ocasión de entregarse a su pueblo y, sobre todo, el pueblo de estar muy cerca de ella. La piedad popular es muy importante porque es esa fe sencilla pero profunda del pueblo. Las visitas que he hecho de manera casi privada a las otras hermandades también han sido muy significativas.
Ha nacido y ejercido parte de su ministerio sacerdotal en Venezuela. ¿Le preocupa la situación actual de este país?
Yo nací en Venezuela y, en 1989 me fui del país cuando mis superiores me enviaron a la Academia Diplomática donde se forman los diplomáticos del Vaticano. Volvía a Venezuela durante las vacaciones. La situación actual del país me preocupa, por supuesto, en concreto, los casi ocho millones de venezolanos que están dispersos en el mundo. Me he encontrado con muchísimos venezolanos fuera. Hay situaciones donde la gente ha logrado seguir adelante, sobre todo los jóvenes, muy preparados académica y profesionalmente los encuentras haciendo trabajos simples. No obstante, son personas capaces e inteligentes, van adelante sabiendo que es lo que toca vivir, pero duele. A mí me ha dolido muchísimo.
Estoy muy preocupado y rezo todos los días. Aquí en Sevilla cuando levanté la Rosa de Oro a la Macarena pedí por Venezuela.
Señaló durante su discurso en el acto inaugural del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular que el Espíritu Santo es el agente principal de la piedad popular. ¿Considera que, en general, debemos los cristianos fortalecer nuestra relación con la tercera persona de la Santísima Trinidad?
Sí, por supuesto. El Espíritu Santo forma parte de la Trinidad Santa. El Espíritu Santo va inspirando constantemente al pueblo este amor por el Señor, en primer lugar, luego, este amor por la Virgen, el amor también por los hombres y mujeres que, como nosotros, han peregrinado por la tierra y que nos dejan un buen ejemplo. Sí, el Espíritu Santo es el que mueve e inspira. Y no podemos dejar de mencionar los dones del Espíritu Santo que son maravillosos.
Recientemente ha finalizado el Sínodo sobre la Sinodalidad y la Archidiócesis de Sevilla ha participado activamente durante la Fase Diocesana. ¿Usted cómo lo ha vivido?
Yo he sido padre sinodal y ha sido una experiencia muy bella, de fraternidad, una experiencia episcopal pero eclesial, porque han estado presentes laicos, religiosos, religiosas y nosotros, obispos, junto al Papa. El Santo Padre nos ha confirmado en la fe y, yo creo que la conclusión de todos estos años de trabajo sobre la sinodalidad es, como la llaman hoy los intelectuales, un hilo transversal que tiene que atravesar todo el acontecer de la Iglesia. Es un modo de ser Iglesia y, esto se ha reforzado permanentemente en las sesiones, lo hemos trabajado y cada uno ha tenido oportunidad de decir lo que tenía en su corazón y lo que piensa de la Iglesia del presente y del futuro. Ha sido muy interesante y muy importante. Yo espero que este trabajo del Sínodo nos dé muchos frutos, muchos y buenos frutos.
¿Qué temas ocupan la agenda del Santo Padre en estos momentos?
Estas semanas previas a fin de año el Santo Padre sigue en sus visitas constantes. Luego se encuentra con el pueblo cada domingo desde la ventana del Palacio Apostólico durante el Ángelus. Estamos preparándonos para la Navidad y la apertura de la Puerta Santa para el inicio del Año Jubilar que tiene también este punto importante de la esperanza. Ese es precisamente el mensaje en un mundo donde algunas veces quieren imponernos la dinámica de la guerra, de la pobreza y las dificultades. El Papa propone la esperanza, la esperanza es una virtud importante y, por eso, se dice que la esperanza nunca se pierde. Hoy se habla mucho de optimismo, pero yo digo que hay que hablar más de esperanza, porque la esperanza se mantiene y se refuerza en las dificultades, mientras que el optimismo se pierde frente al primer problema. Invitamos al mundo, a los jóvenes, niños, familias, a los ancianos, a que todavía tienen mucho que dar, que vivan en esperanza. La esperanza no quiere decir que estemos exentos de dificultades o que falten momentos difíciles, la esperanza es creer que Dios nos acompaña y con la fuerza de Él, no con la nuestra, vamos adelante.