El pasado 6 de diciembre el sacerdote padre Carlos María Galli, de la Pontificia Universidad Católica de Argentina, pronunció la conferencia titulada “La piedad católica popular, sentido de la fe, religión cristiana, teología, teologal”, durante la celebración del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular.
Durante su visita a Sevilla, Galli, uno de los mayores exponentes del pensamiento católico latinoamericano, a nivel teológico y pastoral, concedió una entrevista a los medios diocesanos que reproducimos a continuación.
Háblenos de la palabra, ‘teología del pueblo’, a la que se han sumado otros teólogos importantes en este recorrido eclesial tras el Concilio Vaticano II, como el padre Lucio Gera, Rafael Tello, Juan Carlos Scannone, Alberto Methol y usted
Ellos son maestros, yo pertenezco a una segunda o tercera generación. La Iglesia argentina, como la Iglesia en las distintas naciones y continentes ha sido renovada por el Concilio Vaticano II (1962- 1965) e hizo una recepción creativa del concilio en asambleas que se llaman conferencias generales del episcopado latinoamericano. La primera fue en Medellín, Colombia en 1968. La última fue en el Santuario de Aparecida, en Brasil, en 2007. El concilio ha sido la oportunidad para una renovación de la teología católica en muchas iglesias y países. En América Latina ha sido marcada por una primera generación de grandes teólogos que contribuyeron a lo que hoy llamamos ‘teología latinoamericana’. Acaba de fallecer el sacerdote Gustavo Gutiérrez, conocido como el padre de la teología de la liberación. En Argentina se desarrolló la teología latinoamericana, participando de esta inquietud general de que el Evangelio sea vivido a nivel personal y también social, y que genere liberación y justicia, por ese motivo se desarrolló con rasgos propios porque recogió la teología de la Iglesia del Vaticano II de la Iglesia como pueblo de Dios y comprendió la vida social, no a partir de factores meramente económicos o políticos, sino históricos y culturales, comprendiendo a la sociedad como un pueblo marcado por su idiosincrasia o cultura.
La presencia de la Iglesia en los pueblos y la cultura es lo que ha generado una reflexión teológica original que algunos han llamado ‘teología del pueblo’, es un nombre que dio un teólogo uruguayo hace 50 años. Yo prefiero llamarla ‘teología del pueblo de Dios’, que es la Iglesia presente en el pueblo y en los pueblos, con una misión llamada pastoral popular y, en la misión se destacan la piedad popular y la opción por los más pobres.
Es usted un referente en el pensamiento teológico donde se reconoce muchas de las expresiones y conceptos pastorales del papa Francisco, ¿por qué se le relaciona con el Santo Padre?
Somos amigos desde hace varias décadas. Él fue mi arzobispo durante 15 años. Me tocó colaborar con él cuando era presidente de la Conferencia Episcopal, colaboré también con él en la Conferencia de obispos de América Latina y del Caribe en Aparecida en 2007, él fue elegido presidente de la comisión de redacción y yo era un perito teológico nombrado por el papa Benedicto, de tal manera que trabajamos mucho juntos. El papa Francisco se ha formado en el contexto teológico de la Iglesia Argentina y latinoamericana. Él ama al pueblo latinoamericano y se identifica con los grandes rasgos de su cultura. Cuando llega al pontificado trae lo que ha sido y es, por ejemplo, la conferencia de Aparecida; allí se planteó una Iglesia en misión permanente y él, en su primera Exhortación Apostólica sobre la Alegría del Evangelio habla de una Iglesia en salida.
Aparecida llamó a la transformación, renovación, conversión pastoral y renovación misionera de la Iglesia, él en la Alegría del Evangelio habla de la conversión pastoral y misionera de toda la Iglesia, inclusive del papado.
‘Discípulos misioneros’ una palabra que ha introducido el papa Francisco. ¿Qué aporta a la visión del laico el magisterio actual?
Discípulos misioneros es una expresión que se hizo conocida porque era el tema de la Conferencia de Aparecida. Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Cristo tengan vida. Lo acompañaba la frase del Evangelio: Yo soy el camino, la verdad y la vida. La presentación de Cristo como aquel que ha venido a traer vida y vida en abundancia, la vida nueva, la vida eterna, una vida feliz en el amor de Dios, en el amor a los demás.
‘Discípulos misioneros’, indica que todos los bautizados, a partir de nuestra participación en el sacerdocio de Jesucristo y, por haber recibido la gracia de la fe, por ser bautizados, todos somos y hemos de ser discípulos de Jesús, compartiendo su vida y su enseñanza. Evangelizadores o misioneros que por la alegría que hemos recibido, queremos contagiarla y compartirla con los demás. En Aparecida resaltamos esta frase: ‘Queremos compartir el don del encuentro con Cristo y la alegría que eso nos produce’.
¿Ha descubierto ahora la Iglesia la piedad popular?
Ahora no. La piedad popular existe con diversos modos culturales y en diversas circunstancias de tiempo y de espacio en toda la historia de la Iglesia, particularmente de la Edad Media al presente. La Iglesia contemporánea revalorizó la piedad de nuestros pueblos marcados por el Evangelio, que expresan la fe a través de la religión cotidiana, a veces llamada religión o piedad popular. Ya en 1975, con un documento del papa san Pablo VI que se llamó el Anuncio del Evangelio (Evangelii Nuntiandi).
El papa Francisco en la Alegría del Evangelio, hace un paralelismo. Esta exhortación, concretamente en el número 48, dedica todo un párrafo a la piedad popular. En este sentido, Pablo VI dice que la piedad popular está en proceso de revalorización, que no quiere llamarla religiosidad porque eso indica solo un lado, el lado más individual de la religión y, además, porque sirve para cualquier religión, prefiere llamarla religión del pueblo o piedad popular. La palabra piedad tiene el sentido de una devoción filial, amorosa de los hijos a Dios nuestro Padre o también a la Virgen nuestra Madre. La pietas es el amor filial. Pablo VI recoge un aporte de la Iglesia latinoamericana al Sínodo sobre la Evangelización de 1974. Esto vuelve sobre la Iglesia latinoamericana y sobre la Iglesia entera, no hay que olvidar que los obispos del Sur de España ya hacen un primer documento pastoral en 1975 y en décadas siguientes hay un nuevo acercamiento a la piedad mantenida en el corazón de los pueblos evangelizados que han sufrido diversas vicisitudes a lo largo de las décadas o de los siglos. Pero, han mantenido ese afecto a Dios. En América Latina se dice la frase ‘primero Dios, o Diosito siempre nos acompaña, a Jesús, nuestro hermano y Señor, a la Virgen, su Madre y nuestra Madre’. Podría poner un ejemplo muy sencillo: nuestros pueblos creen que Jesucristo es el Dios hecho Hombre, el hombre- Dios, Dios-hombre. Pero no lo formulan con palabras técnicas de la catequesis o de la teología, se arrodillan ante el Niño en el pesebre de Belén en Navidad y se arrodillan ante la Cruz el Viernes Santo en la Pasión o en Semana Santa, al arrodillarse ante ese Niño Jesús, ese hombre colgado en la Cruz, Hijo de Dios, por nuestra Salvación están expresando que Él es igual que nosotros, un ser humano como todos. De la cuna a la Cruz, es el único, es el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
¿Las hermandades en esta etapa evangelizadora de conversión pastoral, como la define el papa Francisco, tienen potencialidad en este tiempo misionero?
Es una pregunta que pueden resolver mejor ustedes que nosotros, porque si en la Iglesia de Sevilla tienen 700 hermandades, ustedes tienen la experiencia para aprender de ellas y, al mismo tiempo, acompañarlas. En América Latina hay una gran piedad popular, cristológica y mariana. El Señor de las Maravillas y los Milagros de Lima es la manifestación de fe popular en Cristo más grande del continente y la Virgen de Guadalupe es el santuario mariano más importante de América, pero no tenemos hermandades y cofradías al estilo español y andaluz. Podría decir que en la piedad popular los bautizados y las bautizadas se manifiestan como laicos. El laico es el miembro común del pueblo de Dios con toda la vivencia de la eclesialidad de ser un miembro de la Iglesia y con toda la vivencia de la secularidad, es decir, seguir a Jesús en los caminos cotidianos de la familia, de la escuela, del trabajo, de la sociedad y de la Iglesia. Entonces, a partir de su vocación bautismal y de su condición secular, está llamado a seguir a Jesús y evangelizar. ‘Discípulos misioneros’, quiere decir que todos tenemos vocación a la santidad y a la misión. Yo creo que las organizaciones laicales, especialmente estas que tienen siglos, donde los cristianos se miran mutuamente como hermanos y hermanas, fraternidades y cofradías, son un modo muy adecuado que seguramente se renueva con el tiempo para expresar la fe, la oración, el efecto, el culto, la fraternidad, la caridad social y también la misión. Tocará a sus miembros con la autonomía propia del laico y, en comunión con toda la Iglesia y sus pastores descubrir los nuevos caminos que Dios quiere que tracen para evangelizar la cultura del siglo XXI.
Sobre su ponencia titulada ‘La religión católica popular: Sentido de la fe, religión cristiana, teología teologal’ ¿qué idea central quisiera destacar?
A mi ponencia durante el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, le cambié el título original porque era muy largo. Hablé finalmente de la religión católica popular como expresión de la fe cristiana. Estamos hablando del cristianismo católico en nuestra tradición latina, mediterránea, Ibérica e iberoamericana. Yo uso las palabras fe y religión, porque la palabra piedad, la palabra devoción, aún la palabra espiritualidad designa un sector de lo que es la religión. La religión son creencias entre nosotros, la fe en el cristianismo es la vida centrada en el amor, es el camino de peregrinación de la vida movida por la esperanza y, es el culto a Dios en la oración personal, comunitaria, popular y litúrgica, a través de la cual Dios viene y nosotros vamos hacia Él.
Por eso, a mí no me gusta centrar la religión católica vivida por el pueblo de Dios en una cultura determinada, aquí la sevillana o andaluza, o la argentina y la porteña de Buenos Aires, en mi caso, no me gusta centrarla solo en el culto, aunque es la manifestación exterior más sensible y notable de la fe interior.
Me gusta decir que en religión, a veces el tema es planteado desde la liturgia, que es la actividad central de la Iglesia, pero que no agota la religión cristiana. Es un matiz importante que no quiero dejar de lado, el otro es que ustedes nos han llevado la fe a América y muchas formas de piedad popular se han desarrollado en América Latina desde el siglo XVI. Al mismo tiempo, el intercambio constante entre la Península Ibérica y América Latina, América Latina, desde México hasta el Cono Sur, Chile y Argentina, ha llevado a que también manifestaciones de nuestra fe lleguen a España y uno ve a tantos inmigrantes latinoamericanos que traen su fe, que envían a sus niños a la catequesis, más aún, en iglesias de Cataluña o de Barcelona me han dicho los párrocos, que tienen más niños latinoamericanos en la catequesis que propios del lugar.
Por lo tanto, la piedad popular latinoamericana es fuerte, está sometida a todas las crisis de vivir en el siglo XXI en la cultura llamada posmoderna y en esta globalización muy individualista, pero al mismo tiempo tiene esta fuerza que uno ve en Sevilla, que viene de arriba y viene de adentro, que se expresa en el amor a Jesús y a la Virgen. Eso debe ser un poderoso incentivo interior para compartir lo que tenemos y que las hermandades y cofradías sean testimonios de un pueblo que transmite la fe y se evangeliza a sí mismo, sobre todo en las nuevas generaciones.
¿Qué fruto magisterial cree que puede regalarnos el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular?
Yo creo que Sevilla es el corazón de la piedad católica popular iberoamericana, el otro corazón sería la Virgen de Guadalupe en México, a tal punto que en los Estados Unidos no hay una devoción mariana que aglutine a todo el país y, los mexicanos y los latinoamericanos están llevando a la Virgen de Guadalupe como patrona de la Iglesia en los Estados Unidos, pero, el corazón es Sevilla claramente, o Andalucía. Todo congreso es un momento intenso en el cual Dios nos sorprende, en el cual tomamos conciencia de lo que hacemos habitualmente. Además, crecemos en la fe, profundizamos nuestra espiritualidad, renovamos nuestra teología, fortalecemos los vínculos, que es muy importante en la Iglesia como pueblo de Dios y, por lo tanto, tiene un potencial para el futuro.
Sería bueno que en toda la Iglesia que camina en España se difunda lo que ha sido y es este Congreso y, sobre todo, la profundidad y la belleza de las procesiones y de las imágenes, es decir, de la presencia de Jesús y de María. Cómo el Señor nos mira, cómo la Virgen nos ama y nos mira y cómo el pueblo creyente, sobre todo, los más pobres, los miran con tanto amor. Eso a mí me llama la atención, lo que el papa Francisco ha llamado ‘el encuentro o cruce de miradas’.
Ha publicado nueve libros y ha editado más de 40 obras. Contribuciones, antología, 300 artículos científicos. Su libro más conocido es ‘Dios vive en la ciudad’ y acaba de publicar ‘La verdad los hará libres’
‘Dios vive en la ciudad’ lo escribí porque no es que Dios se quedó en el campo y se escapa de la ciudad. Estamos en un mundo donde ya más de la mitad de los seres humanos viven en ciudades y además en América Latina tenemos grandísimas ciudades. Las ciudades más grandes del mundo están en el Sur, están en Asia, están en América Latina y están en África. Hay cinco en los Estados Unidos. Estoy hablando de ciudades con más de diez millones de habitantes y, por lo tanto, es todo un desafío vivir la fe en las nuevas condiciones de la cultura urbana actual de un mundo- ciudad y de una ciudad-mundo.
Hay otro libro que publicó Phase, la revista litúrgica de Barcelona, a partir de un artículo que escribí en un número que se llama fe y piedad popular que está aquí en España. Este último, el Espíritu Santo y nosotros, es una fórmula que tomo de los Hechos de los Apóstoles, del capítulo 15, del versículo 28, cuando en la ‘primera asamblea sinodal de la Iglesia en la Historia’, a propósito de un problema pastoral que se daba para aceptar bautizar a cristianos que venían de otros pueblos griegos o romanos que no eran de Israel, los apóstoles Pedro, Pablo, Santiago, los presbíteros de la comunidad y todas las asamblea, dice dos veces: ‘El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles a los que quieren bautizarse más cargas que las indispensables’. Esto indica que la Iglesia es el Espíritu en nosotros o nosotros en el Espíritu. Cristo en nosotros, nosotros en Cristo, la Trinidad en nosotros, nosotros por Cristo en el Espíritu, en la Trinidad. La Iglesia es una, no es una realidad intermedia entre Cristo y, su Espíritu en nosotros, no es tercio en el medio, es la comunión de Dios con nosotros y de nosotros con Dios, en Cristo. Lo que yo deseo es, por un lado, redescubrir al Espíritu Santo en la vida personal y comunitaria y, redescubrir que Él es el protagonista principal de la vida de la Iglesia, del caminar sinodal y de la misión evangelizadora.
¿Con qué imagen del Congreso se queda?
Yo había pasado por Sevilla un par de días en 1988. Estoy asombrado de lo bella que está en la ciudad. Me gusta la gente, la ciudad es muy linda. El andaluz, el sevillano, los veo en la calle con su expresividad y alegría, pero más me gusta la piedad popular a Jesús y a María que he visto en la Catedral de Sevilla, hermosa, por cierto, y en otros lugares que he podido visitar.
Siempre aprendemos de la fe, la esperanza y el amor del pueblo de Dios, y eso es lo principal que me llevo, conocer tantas personas, escuchar tantas reflexiones, profundizar juntos nuestra común identidad ibero o latinoamericana. Hay que pensar que a América Latina y a Argentina comenzaron yendo andaluces y extremeños hace cinco siglos. Hay muchas cosas de la cultura de ustedes que están entre nosotros. Yo he estado en el Sínodo con las dos sesiones de octubre del año 2023 y de este 2024, y veo una Iglesia múltiple, plural, variada en el mundo entero, necesitamos vivir la fe en la Iglesia a escala global, y esto no es imponer una forma de ser, sino enriquecernos con las formas de ser de todos, es decir, con la misma fe vivida en las distintas culturas. La cultura andaluza me alegra mucho y tiene mucho para darnos.