Tribuna del Arzobispo de Sevilla para el periódico ABC de Sevilla, publicada el 12 de diciembre de 2024
El II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, celebrado en Sevilla, ha marcado un hito en la historia de la fe y la tradición de nuestras Hermandades y Cofradías. Ha sido un momento de encuentro, celebración, reflexión, contemplación, y llamada al compromiso, que nos impulsa a elevar una acción de gracias a Dios, a la Virgen María, a la Iglesia y a todas aquellas personas que hicieron posible este acontecimiento. Pero esta gratitud, lejos de limitarse al reconocimiento del pasado, nos lanza hacia un futuro lleno de retos y oportunidades para estas instituciones y, por su medio, para toda la Iglesia de la que forman parte.
Este Congreso ha sido una ocasión para contemplar las potencialidades de la piedad popular y una llamada a renovar nuestra misión en el mundo actual. Estamos convocados a redescubrir la mirada transformadora de Dios, que ilumina nuestra vocación como cristianos y nos invita a trabajar para que las Hermandades sean signo vivo de la fe y la esperanza. Este redescubrimiento no es un ejercicio teórico, sino una experiencia concreta que encuentra en la contemplación de los misterios divinos la fuerza para actuar.
En este camino de esperanza, las hermandades tienen un papel fundamental como casas y escuelas de comunión. La fraternidad que se vive en ellas es un testimonio visible de la unidad en Cristo. Esta unidad, alimentada por la liturgia y la vida sacramental, debe ser el motor que las impulse para ser fermento evangélico en el mundo, irradiando los principios cristianos en una sociedad que con frecuencia busca sentido en medio de la incertidumbre. La liturgia no es un mero acto ritual, sino una fuente de santificación y un punto de encuentro con Dios que transforma la vida. Este encuentro, vivido en las celebraciones y en los cultos externos, halla su máxima expresión en actos como la procesión que clausuró el Congreso. Más allá de un desfile religioso o un espectáculo, este evento fue un auténtico acto de evangelización, un recordatorio público de la presencia de Dios en la historia de nuestro pueblo y una invitación a la oración tanto para creyentes como para quienes se acercaron movidos por la belleza y solemnidad del momento.
El compromiso de las Hermandades tiene un eje importante en el testimonio público de fe, pero implica además una acción caritativa renovada que responda a las necesidades de los más vulnerables: hacer presente el amor de Dios en medio de su pueblo. La imaginación en la caridad es esencial para integrar la ayuda material con la fraternidad y el respeto a la dignidad de cada persona. Esta tarea enriquece a quienes reciben el apoyo y transforma a quienes lo ofrecen, acercándolos más al corazón de Cristo. Para afrontar estos desafíos, la formación cristiana se convierte en un pilar esencial. Las Hermandades deben ser espacios donde sus miembros puedan profundizar en su fe y adquirir herramientas para responder con sabiduría y valentía a las preguntas y a los retos de la sociedad contemporánea.
En este contexto, la creación de un observatorio permanente sobre la piedad popular es una propuesta de futuro que, tras los trabajos preparatorios y el desarrollo del propio Congreso, ayudará a las Hermandades a mantenerse en un diálogo constante con la realidad. Este foro interdisciplinar permitirá estudiar y valorar la riqueza espiritual de nuestras tradiciones, pero además permitirá identificar retos emergentes y desarrollar estrategias pastorales que potencien su acción evangelizadora.
El Congreso ha dejado claro que las Hermandades y Cofradías son importantes agentes en la misión evangelizadora de la Iglesia. Su tarea es ser signos visibles del amor de Dios en el mundo, comunidades vivas que testimonien la esperanza cristiana y puentes entre la Iglesia y la sociedad. La acción de gracias que hoy elevamos por el resultado exitoso del Congreso debe traducirse en un compromiso renovado con esta vocación. Que este II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular sea el punto de partida para una nueva etapa en la historia de nuestras Hermandades. Que el impulso recibido se traduzca en comunidades más comprometidas, más solidarias, más abiertas a la acción del Espíritu y más decididas a ser fermento de santidad en un mundo que continúa necesitando el mensaje de amor y de redención de Jesucristo.
+José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla